Hoy voy a salirme de nuevo del tema del entrenamiento con una reflexión personal.
Los lectores habituales del blog y las personas que me conocen ya saben de mi actual situación de sobrecarga laboral (de lo cual no me quejo, es toda una bendición), y ya publiqué en un post anterior acerca de la «obligación moral» que tenemos los entrenadores de dar ejemplo a nuestra gente.
En esta ocasión debo puntualizar que no doy demasiado buen ejemplo con el tema del descanso que tanto predico entre mis corredores, porque lo cierto es que esta noche dudo que pueda dormir si quiero terminar a tiempo las tareas pendientes.
Pero en cuanto a esfuerzo espero que nadie me lo eche en cara.
El caso es que echando la vista atrás y analizando mi evolución profesional desde que obtuve mi primer empleo en 2003 como operario en una empresa cerámica.
Tras ello, he sido cartero, repartidor de pizzas, recolector de manzanas, monitor de voleibol, monitor de actividades en la naturaleza, monitor de atletismo, entrenador personal, «community manager» (lo pongo entre comillas porque no me he considerado nunca un profesional de esto), hasta finalmente poder dedicarme al 100% a entrenar a corredores de todas las edades y niveles.
Pero ha habido algo que siempre ha estado presente durante todo este proceso: la formación.
Ser productivo no es suficiente
Ser productivo es importante y de hecho estoy en la fase de mi vida en la que más productivo me siento, realizando muchas horas de trabajo, y de un trabajo que realmente me gusta.
Pero siento que me falta algo.
Ser productivo no es suficiente en un mundo tan cambiante y exigente, porque lo que hoy funciona mañana estará obsoleto, porque los conocimientos y experiencias profesionales que hoy te hacen bueno mañana no te servirán más que para ser un mediocre.
La formación y el estudio es algo imprescindible desde el inicio hasta el fin de tu carrera profesional.
Por eso ahora mismo me veo en peligro. Peligro de acomodarme en algo que me está funcionando, que me resulta productivo pero que me está haciendo «estancarme» profesionalmente e hipotecar lo que podría ser dentro de 10 o 20 años. Aunque suelo aprovechar bastante tiempo leyendo información de internet, no es suficiente y necesito información más profunda, más científica.
Regla del 80/20
No, no me refiero al principio de Pareto. Me refiero a que creo que debería existir un equilibrio entre las horas productivas y las horas formativas en la vida de cualquier profesional. Creo que toda persona debería dedicar al menos un 10% de su tiempo de trabajo a adquirir nuevos conocimientos y habilidades, a reciclarse, a seguir evolucionando profesionalmente. Desde un ingeniero aeronáutico hasta un pastor de ovejas. Creo que un equilibrio ideal sobre todo en profesiones muy creativas, altamente competitivas (como es la mía) o en ámbitos de constante evolución, un buen equilibrio estaría en dedicar un par de horas de lectura/formación por cada jornada de trabajo. Para mí sería ideal poder trabajar 8h y estudiar 2h al día. Quizá debería replantearme qué estoy haciendo y hacer algún cambio en mi vida.
La formación no es sólo estudiar un Máster
Cuando hablo de formación, no me refiero a estudiar un Máster (que también). Me refiero a cosas más sencillas, al alcance de todos como:
- La lectura pausada de un artículo
- El estudio de un buen libro
- Asistir a alguna conferencia o curso impartida por algún profesional de referencia
- Mantener conversaciones o intercambiar información con otros colegas de profesión
- Mejorar tus habilidades sociales y emocionales mediante el coaching
- Ver un documental en la TV
- Analizar el trabajo de otros
- Analizar tu propio trabajo
- Participar en algún debate en foros de internet o en los comentarios de un blog
- Cualquier cosa que te haga ver más allá de lo que ves actualmente, que te invite a cambiar tus esquemas, que te genere ideas para crear algo nuevo o que despierte el deseo de probar cosas nuevas.
No seré yo quien te diga que la formación no sea importante. Pero más importante es el modo en que se accede a libros, textos, estudios, etc.
En estos materiales, lo más valioso que se pueden encontrar son dos cosas:
1-Datos estadísticos, empíricos, que pueden parecernos más o menos fiables atendiendo a la confianza que el autor nos merezca. Como entrenador no tienes acceso a analizar en detalle más que a tus propios atletas, pero no siempre dispones de herramientas que te permitan analizar lo que ocurre en sus cuerpos cuando corren. Para ello los estudios publicados sobre tests de esfuerzos, metabolismo, electromiografías, plataformas de fuerza, análisis cinemáticos, nos proveerán datos que, si quisieramos obtenerlos nosotros por nuestra cuenta nos costaría tiempo de formación en algo que no es nuestra especialidad, y dinero. Así que en cierto modo estamos condenados a confiar en estudios ajenos, y a creernos -siempre con un pequeño porcentaje de reserva, nunca fe al 100%- los datos empíricos y estadísticos -no los valorativos o las interepretaciones que los autores expresan-.
2- Lo más valioso que se puede encontrar en un libro es un modo nuevo de entender la materia. Igual que hay profesores que son capaces de hacernos asimilable aquello que antes eran indigesto, hay libros que tocan la tecla de nuestra sensibilidad adormecida para una materia que nos resultaba abstrusa. Los datos que un libro o estudio reflejan tienen sin duda mucho valor. Las interpretaciones, si son inteligentes, tienen todavía más valor, porque nuestro saber hacer se basa no tanto tener mucha información, como en tener un hilo conductor.
Y sobre todo, algo muy importante a mi juicio, es no tener un respeto reverencial por todo lo que leemos de un autor que una vez nos resultó brillante o revelador. Hemos de considerar que todo autor es falible, que puede tener unos fundamentos muy sólidos en una parte de la materia que trata, y muy frágiles en otra parte de ella. Por ejemplo, el otro día ojeé en una librería un libro de nutrición escrito por un joven cirujano del sistema digestivo y con bastantes conocimientos de nutrición que afirmaba que una de las ventajas de una nutrición más restringida en hidratos y más alta en grasas, tenía la gran virtud de que con el metabolismo de las grasas no se produce lactato y eso redunda en nuestro mejor rendimiento en carreras de resistencia. A eso habría que objetar que si bien es cierto que el metabolismo de las grasas no genera lactato es cierto, el autor se olvida de dos cosas. Una, que el sustrato energético escogido no sólo depende de lo que comemos y de los ritmos a los que entrenamos habitualmente, sino también de la intensidad del ejercicio que estamos realizando en el momento presente. Por muy entrenados que estemos para metabolizar grasas, si corremos a un ritmo cercano al máximo consumo de oxígeno, no metabolizaremos a menos que nos hayamos quedado sin reservas de glucógeno. Pero es que en ese caso tampoco podremos acercarnos al máximo consumo de oxígeno, porque el cerebro activará la sensación de fatiga como señal de alerta. A ciertas intensidades el cuerpo no recurre al metabolismo de las grasas porque es más cara en oxígeno de lo que lo es la glucosa. Metabolizando grasas se requiere más oxígeno para obtener la misma cantidad de ATPs.. Segundo error: que el lactato no es el causante en la fatiga. Antes bien hay ciertos tipos de fatiga que cuentan como factor concomintante (que no causante) con altos niveles de lactato.
Lo que quiero decir es que la formación de todo ser humano es parcial, y la misma boca que dice cosas muy inteligentes puede decir auténticas burradas. El problema muchas veces es que nos podemos ver tan deslumbrados por las cosas inteligentes que alguien dice que ya no nos preocupamos de constatar si aquello otro que dice en temas que no dominamos tanto ,son o no ciertas. Un físico de `principios de siglo tenía elementos para decir si la teoría de la relatividad publicada por Einstein en 1905 era o no una teoría brillante. Una persona de la calle no tenía esos elementos de juicio. Pero cuando Einstein habla de cosas que no tienen que ver con la física, para determinar si son inteligentes o brillante es tan buen juez a priori un físico como alguien que no lo es, y todo lo que dice alguien fuera de su ámbito muy bueno en su ámbito, debe ser puesto en paréntesis en la misma medida que si lo hubiera dicho Perico de los Palotes.
Magnífica aportación Antonio, como siempre!
Un saludo.