Nadie dijo que fuera fácil. Hay ocasiones que merecer algo no significa que eso te llegue, ni mucho menos de forma inmediata. En el entrenamiento, muy mal debes estar haciéndolo para que ocurran grandes cambios en un plazo de semanas o meses, así que más vale armarse de paciencia porque esto es un proceso que se cuenta en años.
Dejar nuestra satisfacción en manos de los resultados y del cumplimiento de las expectativas de rendimiento es un arma de doble filo: sólo funciona cuando las cosas salen bien. Y como eso no sucede siempre, resulta que en ocasiones nos vemos inmersos en estados de frustración, desánimo, culpabilidad, depresión, enfado…
Tú no has elegido tu nombre, ni el color de tu piel, ni tu belleza, ni tu talento. Es injusto, pero esas son tus cartas. Lo que sí que está en tus manos es lo que haces cada minuto de tu vida, cómo lo haces, las decisiones que tomas, los riesgos que asumes y quién te rodea en el proceso. Y cuando eres dueño de esas decisiones, cuando eliges hacer y no hablar, cuando eliges trabajar y no culpabilizar, cuando eliges saborear y no lamentar, da igual cuánto merezcas porque habrás conseguido el único objetivo posible: sacar lo mejor de ti mismo.
Céntrate el proceso porque al final, las cosas suceden.
Ole!!