Estoy seguro que en los cursos de entrenador te han enseñado la diferencia entre el esfuerzo aeróbico y anaeróbico. Y entre los ejercicios de fuerza máxima y los de potencia. Y entre la periodización tradicional y la contemporánea. Y entre un ejercicio básico y otro específico.
Y muchas más cosas que podrías clasificar en distintas categorías.
Lo que no sé seguro es si a la hora de aplicar todos estos conceptos en el gimnasio, en campo o en la pista, has tenido tan claro si lo que estabas haciendo pertenecía a una categoría o a otra.
En este artículo quiero mostrarte hasta qué punto nos resulta útil el pensamiento en «modo categorías o etiquetas» para el aprendizaje.
Pero también la necesidad del pensamiento en «modo espectro» para conectar mejor nuestros conocimientos con la realidad y adquirir una mayor habilidad práctica como entrenador.
La categorización
Podemos entender las categorías como las divisiones de un elemento (un objeto o un concepto) para comprenderlo con cierto orden.
En la teoría, existen líneas nítidas que separan unas categorías de otras. En la realidad, esas líneas son solamente imaginarias, ya que lo más normal es encontrarse con transiciones difusas entre una y otra categoría (te lo voy a demostrar un poco más abajo).
La comprensión de conceptos nuevos, complejos, abstractos y, en definitiva, el aprendizaje intelectual, requiere un gran esfuerzo mental.
Pero, de manera natural, nuestro cerebro suele ser perezoso (y tiene ciertas limitaciones).
Las categorías son muy útiles para este aprendizaje porque simplificar y ordenar las cosas nos ayuda a comprender y recordar con menos esfuerzo mental.
Las categorías son una trampa en la práctica
¡Ups! Acabo de contarte las bondades de categorizar y ahora digo lo contrario.
Mejor me explico con un ejemplo.
Tomemos un concepto básico y sencillo del mundo del entrenamiento: la intensidad del esfuerzo y el metabolismo energético. Lo aeróbico y lo anaeróbico.
Sobre el papel, las diferencias entre un esfuerzo aeróbico y anaeróbico están claras. Tal que así:

Este gráfico nos ayuda a comprender fácilmente el principio de que a mayor intensidad del esfuerzo, mayor participación del metabolismo anaeróbico, y viceversa.
Tenemos dos categorías (aeróbico/anaeróbico) y en cualquier punto del gráfico podemos distinguir exactamente cuál es la participación exacta de cada una de ellas a una determinada intensidad.
Por ejemplo (me lo invento), podríamos deducir que al 85% de la VAM el 92,7% de la energía proviene del metabolismo aeróbico y el 7,3% del anaeróbico. Y nos vamos tan contentos para casa porque creemos que sabemos algo «con exactitud».
Pero la realidad es mucho más caprichosa y compleja.
En la práctica real será imposible saber a pie de pista qué es lo que está pasando dentro del organismo de nuestro deportista.
Si observamos a nuestro deportista o programamos su entrenamiento con la certeza de que está utilizando X porcentaje aeróbico o anaeróbico… acabamos de caer sin darnos cuenta en lo que podría ser la «falacia de la etiqueta» en el contexto del entrenamiento.
Podríamos definir la falacia de la etiqueta como un error de razonamiento que intenta identificar un elemento (un ejercicio, una técnica, un modelo…) o explicar los mecanismos y/o sus consecuencias por medio de la asignación de ese elemento a una categoría predefinida y nítidamente delimitada.
Cómo desmontar el engaño de la categorización
Te voy a poner un ejemplo más básico, sencillo y universal para tratar de combatir esta especie de «autoengaño».
Cuando somos pequeños, nos enseñan y aprendemos los colores de esta manera:

Ahora mira a tu alrededor. Observa la naturaleza. Fíjate en el color de tu piel, el tronco de un árbol, la tierra que pisas, el pelaje de un perro… ¿podrías etiquetar con precisión el color de estas cosas?
La naturaleza nos ofrece una realidad mucho menos modélica y perfecta que la teoría.
Aunque no es muy difícil encontrar colores puros en objetivos artificiales, en la naturaleza y los organismos vivos lo más común que los colores se prenten en una forma algo más parecida a esta:

Volviendo a nuestro ejemplo inicial del metabolismo aeróbico/anaeróbico, la realidad se asemejaría más algo así:

Con esta representación tipo «espectro» o «gradiente, ya no tenemos la certeza de cuánto aeróbico/anaeróbico corresponde a un esfuerzo.
No existe una línea que separe ambos metabolismos, sino que hay una zona donde se entremezclan.
La realidad, es decir, la materia con la que trabajamos (un ser vivo que piensa y siente) está hecha de texturas y matices que se mezclan, que cambian y que convierten todo el proceso de entrenamiento en algo complejo, dinámico y difícilmente cuantificable.
Categorías para aprender, espectros para aplicar
Un error fatal para cualquier entrenador es pretender trasladar a la práctica cualquier modelo o teoría pretendiendo que las aristas y líneas que definen el modelo encajen con las diferentes imperfecciones de la realidad.
Por ello una regla simple y básica es pensar en modo «categorías» para comprender conceptos y pensar en modo «espectros» en la práctica.
Es simple regla heurística puede cambiar por completo tu manera de interpretar el entrenamiento y la calidad de tu trabajo en su puesta en práctica.
¿De qué otra forma crees tú que podrías vencer esta trampa de la simplificación?
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