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En el deporte existen conceptos que, en sus principios, pueden suponer toda una revolución en la forma de entender el entrenamiento y un cambio de paradigma para su práctica. Sin embargo, la popularización de ese concepto va poco a poco corrompiendo la esencia, las masas se suben al tren de la revolución y la transmisión del concepto pasa a ser como un teléfono loco, donde la idea inicial queda totalmente prostituida al servicio de la industria que, en su amplia mayoría, le interesa menos la esencia que las ventas del concepto.

 

Es básicamente lo que ha sucedido con el concepto “Entrenamiento Funcional”. En un mundo donde prácticamente todo entrenamiento de fuerza estaba altamente influenciado por el tradicional método de musculación del culturismo, el cual se caracteriza por el uso principalmente de máquinas y movimientos analíticos, el entrenamiento funcional “rompe” con la tradición y supone una evolución del entrenamiento. La popularización y la industria del fitness lo adoptan creando a partir de él metodologías basadas en este principio, con todos los aparatos y herramientas para llevarlos a cabo. Con el tiempo, los propios creadores de esas metodologías, entrenadores y deportistas han ido “olvidando” la esencia del concepto para denominar “funcional” a cualquier cosa relacionada con movimiento globales, en equilibrio o con inestabilidad.

 

Personalmente, soy un fiel seguidor de la filosofía de Vern Gambetta, cuyo blog se titula precisamente Functional Path Training. Próximamamente asistiré a una de sus formaciones (¡¡me voy a Houston, TX del 14 al 18 de junio!!) así que estoy leyendo algunos libros recomendados para prepararme. En uno de ellos, Athletic Development: The Art and Science of Functional Sports Conditioning, el propio Gambetta hace una brillante exposición de esta filosofía, de lo que es y qué no es funcional.

 

Entender el entrenamiento funcional

Para entender el entrenamiento funcional no debemos plantearlo desde un juicio sobre si un ejercicio es o no funcional. La funcionalidad de un ejercicio es dependiente del objetivo del entrenamiento. Es decir, la función es relativa al deporte. En primer lugar se definen los objetivos del entrenamiento y posteriormente es cuando se seleccionan los métodos y ejercicios que deben acercarnos al cumplimiento del objetivo. Un mismo ejercicio podría ser muy funcional para un corredor y no serlo en absoluto para un piragüista, y viceversa. Gambetta define un «continuum funcional” representado en el siguiente gráfico:

 

entrenamiento funcional

Gambetta (2007)

 

Este concepto está muy vinculado al principio de especificidad y, de hecho, el entrenamiento funcional lo que busca es que la preparación sea altamente específica del deporte. Esto es prioritario, sobre todo cuando más crece el nivel deportivo en cuestión. No podemos perder nuestro tiempo (el de nuestros deportistas) con ejercicios estériles, aunque progresen en el resultado de los test, lo esencial del entrenamiento es que los haga mejores en la competición.

 

Esto no significa estar durante toda la temporada emulando las situaciones competitivas de principio a fin, sino que debemos realizar la correcta progresión desde los ejercicios más básicos, aquellos cuyas características son comunes al conjunto de los deportes.

 

Por ejemplo, en aquellos deportes donde la carrera es la forma de desplazamiento (atletismo, fútbol, baloncesto, balonmano) el ejercicio de sentadilla (extensión de piernas) y el sprint serán ejercicios básicos, comunes a todas estas disciplinas. Sin embargo, sprintar con una pértiga sujetando una pértiga o controlando un balón con los pies será específico para el deporte en cuestión y no para el resto. Ese es el camino funcional, dominar lo básico y progresar hacia lo específico.

 

Me gustaría complementar y enriquecer esta visión, ¿qué entiendes tú por entrenamiento funcional? Déjame un comentario e iniciamos el debate.
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